Mal dia para buscar

16 de marzo de 2024

Matchmaking

Los algoritmos tienen su gracia. Algunos, si no la mayoría, se piensan con criterios obvios pero no públicos. Quizá por eso a muchos les gusta hablar de los intereses ocultos de las grandes confabulaciones que hay detrás de la tecnología que nos rodea. El matchmaking es uno de ellos.

Básicamente, si nos vamos a la elección que la máquina hace para escoger un contrincante para ti, consiste en seleccionar aquel que regule el nivel de dificultad pero no te quite las ganas de seguir jugando. El algoritmo elegirá a alguien a quien no te resulte facilísimo o imposible ganar porque sabe, de ambos, vuestras capacidades y os ha catalogado previamente en uno u otro saco. Obviamente, y casi como el vida real, si te has hecho el tonto muchas veces ganarás con facilidad y si vas de listo te darán más bofetadas que las que recibió Jorge Maromero Paez al final de su carrera. Lo que no hace es ponerte a competir con los mejores porque se te van a quitar las ganas y vas a dejar de jugar.

Cuando era un niño, aproximadamente con doce o catorce años, me gustaba el tenis. Tenía la percepción, probablemente equivocada, de haber superado el nivel de mis amigos y cogi mi bicicleta junto con las raquetas de mi funda completa de Donnay para localizar contrincante en alguna otra pista. Encontré a un caballero, bastante mayor que yo entonces, con un buen drive, y le propuse jugar un partido el dia siguiente. Allí me presenté dispuesto a dar lo mejor de mi y me metió un 6-1 , 6-0 como un puñetazo en las costillas. A partir de ahí me dediqué al baloncesto, al frisbee y a la bicicleta, pero no al tenis.

Una de las cosas que tiene la educación moderna es la obtención de premios. Los niños reciben premios únicamente por participar y podemos razonar que si no hay una enorme recompensa en el triunfo o en el sacrificio necesario para ser primero, si el primero y el último del maratón son recompensados igualmente, se te quitan las ganas de correr. Haber matado la meritocracia a golpe de mediocridad da alas a una legión de estúpidos solicitantes de sus premios.

Al final lo que hace el algoritmo es emparejarte con seres más o menos iguales para mantenerte activo en tu mediocridad con la falsa creencia de mejora inexistente.

Las aplicaciones de citas funcionan de una forma similar. El programa ha catalogado tus fotos, conoce el tiempo que gastan otros usuarios en verte, valora si tienes conversaciones más o menos largas y busca, entre ellas, palabras clave que determinen si ha sucedido algo más. Con eso te mete en un saco y te va mostrando de forma interesada alimentando las estadísticas para afinar, cada vez más, la forma en que juega con ciertas ilusiones amatorias. El algoritmo no quiere que salgas de ahí pero sí desea que creas que eso es posible. Es como un traficante que te da y te quita dosis pero sabe que necesita convertirte en un yonki. Quizá por eso tiende a cruzarte con gente chalada, porque cuando fracases volverás.

El principal problema que tienen esos algoritmos es que su éxito reside en mantener al usuario siempre en el mismo lugar, a ser posible un lugar de extraña comodidad. Y es extraña porque nos sabemos desenvolver aunque estemos intentando salir. Los toros de lidia, en los campos de la Salamanca más cercana a Portugal, viven en cautividad pero ninguno salta el muro de medio metro que hay entre sus pastos y la libertad. Las recomendaciones musicales que te envía internet son clones de lo que sabe que te gusta para que veas el anuncio del siguiente video.


Obviamente todo se reduce a una cuestión de dinero y la búsqueda de rentabilidad. Si la música de la discoteca está muy fuerte forzarás la voz, se secará tu garganta y pedirás otra copa. El negocio está en la bebida o en que pases más tiempo dentro de la aplicación creyendo que la próxima pantalla será la definitiva.

La otra opción es pagar. Entonces la estadística, como contraprestación, te proporciona resultados mágicos. Haces más match con gente que parece más atractiva, las canciones son mejores o te incluyen tres copas con la entrada. Si le hubiera dado dinero a mi contrincante es probable que se hubiera dejado ganar en el tie break.

En los tiempos del matchmaking, realmente, el objetivo es mantenerte en tu lugar cercenando las posiblidades de mejora o de evolución. Establecerte en un sitio caminando en círculos ocultando, interesadamente, que existen otros. Si sé que te gusta la pasta te ofreceré ravioli, macarrones, espagetti, fideos y tortellini, pero jamás un plato de cocido. Por supuesto que te mostraré únicamente a gente que le guste la pasta hasta que llegues a la conclusión de que el mundo es justamente así. Y me contarás lo mucho que te gusta y todo lo que sabes de comida. O de música. O de las personas.

10 de marzo de 2024

Obviedad vs conspiraciones

 -¿Te acuerdas de mi?. Yo venía hace unos treinta años mucho por aqui. Ya sabes que de esto sé.

Lo que tengo delante es un muchacho al que el pelo, largo hasta los hombros, le empieza a clarear. Habla atropelladamente. Sujeta un telefono movil entre sus dedos, que son gruesos y torpes. Si tuviera que apostar lo haría al agarrotamiento mientras no puedo dejar de mirar los dientes que le faltan, alternos. Desconozco si carece de movilidad o solamente tapa de una forma torpe la camara frontal del terminal. Muchos tapan la cámara del portatil pero nadie lo hace con las del teléfono.

-Me vigilan a través del telefono- dice con un tono de paranoia.- Me ven, me escuchan, clonan mis datos.

-¿Has ido a la policía?- pregunto.

-Si, pero creen que estoy loco.

Casi asintiendo del dictamen policial le ofrezco mi mano para que me deje el teléfono -¿Se puede borrar?- pregunto. - Si, si. Yo ya lo hice pero me siguen vigilando-. -Bueno- le digo con todo tranquilizador- anda, déjame.

Así que retiro la tarjeta, accedo al menu interno de restauración y dejo el terminal sin línea, sin conexión a internet y sin datos. Una vez hecho eso se lo devuelvo. -Ahora esto- y me refiero al telefono- no es más que una piedra con pantalla. Es- y hago hincapié- absolutamente imposible que nada ni nadie pueda acceder. Así que ahora dime la forma en la que te vigilan- Y me quedo presto esperando la explicación con la esperanza que se de cuenta, por obviedad lógica, de la inconsistencia de su mensaje.

Entonces empieza a tocar partes de la pantalla. Va por los menús y cada vez que accede a un submenu nuevo me lo enseña como si tuviera que ser un hecho. Y no lo es. No es que exista la numeracion del IMEI o que aparezcan permisos concedidos a las aplicaciones internas. No es que tenga bluetooth o que haya un número de serie para identificar el aparato en fábrica. No es el bloatware ( las aplicaciones inutiles que van incorporadas) ni que la pantalla gire al girar el teléfono por mucho que eso le convierta en casi un ser vivo que reacciona al mundo real. No.

-Claro- conclusiona casi como si hubiera tenido una revelación- han venido aqui antes para sobornarte y convencerme. Diles algo de mi parte: no se saldrán con la suya.

Y se fue.

Definitvamente es imposible luchar contra las conspiraciones y las enfermedades mentales.

3 de marzo de 2024

El tonto del Salmón y la supervivencia.

Es de absoluta lógica que la manera más rápida de bajar un río es dejarse llevar por la corriente. Se admira a los salmones, por supuesto, pero el otro camino es mucho más cómodo. De la misma forma, en una supuesta guerra de trincheras, se admira al primero que sale, gritando y agitando la bandera, corriendo hacia el enemigo pero si lo que se quiere es sobrevivir resulta mucho mejor quedarse escondido. ¿Cobarde? Si, pero rentable en cuestiones de supervivencia.

La historia, que es esa cosa hay que alterar cuando no nos gusta, está repleta de ejemplos insultantemente obvios en los que dejarse llevar sin hacer demasiado ruido ha resultado mucho más rentable que mantener criterios propios. BMW, Nestlé, Siemens, Kodak , Ikea, Allianz, Porsche, Hugo Boss con sus uniformes e incluso Bayer con sus cápsulas de gas mortíferas eran más nazis que Hess mientras el nazismo iba ganando. Después, al estilo Coca-Cola, se volvieron más occidentales que nadie contando, incluso, que el respondable de Coca-Cola en Alemania había guardado en una cajita los beneficios originados por su filial Fanta ( la respuesta nazi a la bebida americana) para ayudar al pueblo aniquilado por el malísimo Fuhrer. Obvliamente si el resultado de la guerra hubiera sido otro ahora estarían ayudando a matar a unos cuantos judíos, si es que les quedaba alguno. Lo curioso de todo esto es que podríamos llegar a pensar que aquellos apoyos tan obvios terminarían pasando factura a compañías miserables pero, sin embargo, setenta años después el único riesgo real es la corriente china. La ideología nunca ha importado si el coche, el desayuno, el mueble, el traje o la aspirina es accesible. Tampoco importaban que las baterías de Samsung explotaran o que los niños del Congo recojan coltán para tu carísimo apple. Si vivimos en una sociedad poseída por la palabra oferta, poco se puede hacer con las implicaciones morales del descuento, porque eso ya implica pensar.

De la misma forma existen cientos de personas y personajes que, de una forma u otra, siempre siguen la corriente. En España hemos tenido a grandísimos franquistas que se despertaron ultrademócratas en el 76. En Euskadi, no es nada que se oculte, gente que dormía con pólvora entre sus dedos se indigna porque talen un árbol o a llamen gordos a los niños obesos del valle de Arratia, clamando por los derechos del ser humano y lo indigno de matar a alguien que no piensa como tu (en Iran). En Cataluña le hacen la ola a uno que vive en una mansión pagada por dinero público porque se escapó de la trinchera cuando sintió un tres por ciento de riesgo. Afortunadamente no siempre ha sido así porque no nos podemos oplvidar de cuando Lola Flores quiso hacer un rap y le salió lo que le salió ( Alvariño ponme la mano aqui , que la diño), claro que siguió siendo tan grande que casi nadie habla de ese desliz. Boyer pasó del Psoe al PP y a una mansión con demasiados baños. Los Zigarros han hecho una pereza de disco y El Pais ha echado a Savater y Azúa porque pensar es menos importante que la linea editorial.

Curiosamente cuando haya un cambio de ciclo, porque todo son ciclos y éste se agota, habrá que estar atento al cambio publicitario de empresas y personajes. Los nazis que se apresuraban a abrazar judíos serán los tertulianos, directivos y políticos que se alteren defendiendo lo contrario de los que defendían antes porque, como en la economía, la rentabilidad está por encima de la opinión. Y es que, obviamente no matarán a los gays, violarán a las mujeres o desecarán Doñana. Quizá, como mucho, suspenderán al niño que se empeñe en escribir "todEs" en una redacción y empezarán a inventarse maldades malísimas y maléficas del enemigo hasta que el ciclo se acabe otra vez. Más o menos como Argentina si es que a los argentinos les sale algo bien.

Es como la publicidad de BMW en el mes del orgullo: se cambia el logo pero solamente en países en los que ser LGTBQ+fiendly es rentable. Yo tuve un compañero de clase mediocre pero que sabía acercarse a quien era el líder del curso ese año. Con 14 años pegaba a otros chicos en el recreo porque Urrutia (apellido ficticio) era un matón. Con 16 estuvo en el equipo de baloncesto porque nuestro pívot era un tipo con tirón. Se matriculó, incluso, en la misma carrera que seguían los adoradores de Mario Conde en aquellos años y luego descubrió lo bueno que era militar en el partido del poder hasta que obtuvo un relevante cargo público del que aún vive. Por lo que sé Urrutia es un honrado chiquitero, soldador y padre de familia. Nuestro pivot es, lo sé, un convencido colaborador en proyectos de ayuda social mal pagados. Conozco quien fue punky a finales de los 70, nuevo romántico hasta que llegó el grunge, muy pop allá por el cambio de milenio y lo único que puedo decir es que jamás le gustó la música pero nunca fue solo a un concierto. !Cuanta gente saltó de facebook a instagram y luego a tik tok porque lo único que le importaba era no quedarse abandonado en un lugar!

Voy aprendiendo que tener criterio está muy bien pero no tenerlo te hace la vida más cómoda.

Y lo que me jode considerablemente es saber positivamente que todos aquellos que han aprendido a dejarse llevar por la corriente van a recorrer el rio de una forma más rápida, rentable, ágil y feliz que aquellos que se estuvieron preguntando si seguir la corriente era la mejor forma de vivir.

Qué mejor que explicarlo con una canción de Seguridad Social, que primero eran una banda punk, tocaron el rock y terminaron haciendo música cubana. Como Santiago Auserón pero con mejor voz. La canción es "Soy un Salmón"


29 de febrero de 2024

Emoción ficticia y pragmatismo real.

Una de las cosas que hacen los periodistas de nómina es redactar y almacenar noticias para cuando no se sabe con qué rellenar los medios. Es algo tremendamente obvio en verano pero aunque no lo parezca sucede durante todo el año. No me refiero a esas crónicas que se hacen de los famosos para sacarlas el día que se mueran, momificados a base de halagos, sino también a lo malo que es la modernidad para los jóvenes, lo dramática que es la soledad, algún que otro invento de tres científicos de Soria, el futuro desértico del planeta o las consecuencias de la continua revolución industrial.

Prestar atención a las noticias termina siendo, casi como el análisis del comportamiento humano, un perenne dejavu en el que terminas encogiendo la mirada intentando recordar cuando leíste esa misma crónica o quien actuaba exactamente igual que aquella persona.

Sucede exactamente lo mismo con la música, y no porque se haya agotado el infinito número de combinaciones de acordes, sino porque cuando alguien me envía algo que cataloga como "un sonido nuevo" me trae a la memoria algo que ya escuché.

Incluso, si nos vamos al mundo de la tecnología, la modernidad no es más que la simulación virtual de un mundo que ya he visto. Mi compañero de pupitre , si le pedías que te dibujara un mono fumando un porro en Afganistan, te lo hacía entre los apuntes de las matrices complejas de algebra de segundo. Era inteligente y no era artificial, se llamaba Iñigo.

A veces, llegada una edad, la vida se empeña en acercarse con regalos con lazo envueltos en cajas de colores que al abrirse pierden la ilusión de la sorpresa porque ni es nuevo ni es emocionante.

Una gallega de media cocción es pan. Una comisión por uso es un peaje. Gosthing es que pasa de ti. Phising es fraude, como era el tocomocho. Carolina Durante suena a los Nikis con restos de Siniestro Total. Las noticias de guerra mundial las pude leer en los años setenta. Los faraones también eran gobernantes ególatras y hubo un año, en el neolítico, en el que se comentaba en las cuevas el jodido frío que hacía mientras uno aprendió que podía cambiar trozos de mamut a cambio de permitir a los otros acercarse al fuego. Un ordenador no es más que una calculadora a lo bestia que nos vende como mágico el resultado de cientos de miles de operaciones en forma de pequeños impulsos eléctricos.

La mejor forma de solucionar un problema complejo es reducirlo a problemitas pequeños y resolubles. Que, al dar al interruptor, se encienda una luz es un milagro. Sin embargo poner un muro en un río, abrir una puertecita, que el agua mueva una turbina y esa energia, convertida en electricidad, llegue a la puerta de tu casa con un cable muy largo que caliente un filamento para que de luz, son cosas menos emocionantes. Quizá por eso algunos ancianos, sentados en los bancos, ven pasar a los transeúntes sin prestarles atención. Quizá llevo demasiado tiempo sin el entusiasmo que dan las sorpresas o, lo que es casi algo que suena a rendición, con la certificación empírica de que, al abrir la caja, no habrá ninguna novedad en el interior. Ninguna noticia espectacular, ninguna película con un argumento que no adivine, ninguna canción que no me lleve a una escucha anterior.

Una vez leí un libro que mantenía la teoría siguiente: cuando uno no espera nada, cuando estás convencido de la monotonía y has asumido la peor de las consecuencias, cualquier cosa será nueva, positiva e ilusionante. Así que me acostumbré a ponerme siempre en lo peor y, muy a mi pesar, lo peor se hacía cierto. Después me hablaron de la profecía autocumplida y me hice responsable de esas mierdas, retorciéndome en un universo que bien podría ser el High&Dry de Radiohead. Más tarde, que es donde me encuentro, releo los periódicos con tremendo pragmatismo y me intento situar en la paz que me abotarga cuando la luz me ilumina en el sofá hasta que me quedo dormido. 

Cuando alguien se me acerca cargado de la emoción que da el descubrimiento de algo nuevo le recuerdo que la tierra es redonda y ya la hemos descubierto completamente. Igual que me veo incapaz de llorar, ultimamente, ya no me veo con la capacidad de sorprenderme.

Más aún en un mundo que juega, como las noticias que tienen en los cajones, a que todo sea una sorpresa. Aunque la sorpresa sea que llueve en un dia bisiesto de febrero.

Envidio y desprecio a los que se ilusionan con cosas que no son ilusionantes. Más o menos como la gente feliz con vidas de mierda. Me pasa lo mismo con ellos.

23 de febrero de 2024

Realidades inteligentes no tan virtuales.

Hace ya unos años, y experimentando con lo que ahora es la inteligencia artificial, Microsoft desarrolló a Tay, que era una máquina que se comunicaba con los usuarios y aprendía de ellos para procurar generar un comportamiento autónomo. 16 horas después de su puesta en funcionamiento público lo tuvieron que retirar porque se había convertido en un generador de chistes racistas y se jactaba prácticamente de toda la mierda que engullía en Internet. 

Un tiempo después IBM quiso desarrollar un sistema de reconocimiento facial con el fin de detectar delitos pero lo tuvo que detener porque le salía que, al menos con los datos de los que se nutría, existen muchos delincuentes negros y eso es políticamente incorrecto.

La semana pasada Google presentó un IA generativa que, para que no le sucediese lo que a Microsoft o a IBM, incorporaba un sesgo inclusivo en su interior y los resultados tienen mucha gracia porque si pides que te dibuje soldados alemanes en las trincheras de la primera guerra mundial, es bastante probable que te salga una negra gorda lesbiana con tatuajes , vegana, y con un casco alemán. 


Mi impresión personal es que tanto Microsoft como IBM hicieron bien su trabajo aunque luego se asustaran de lo miserable e infame que es el mundo en el que vivimos. Lo de Google, casi al estilo de la Ana Bolena negra de HBO, es sencillamente ridículo. Intentar calmar la furia de lo políticamente correcto del siglo XXI es un acto de ridiculez que a veces resulta cómico. Y no pasa absolutamente nada por hacer una película futurista en donde vayamos por la calle con el rabo fuera o seamos todos insectívoros pero si haces un biopic realista de Gandhi, no le puedes hacer Arapahoe, de casi dos metros, ciclado como un loco del gym, que pida las plumas por Amazon y que solamente coma muslos de pollo de gallinas felices mientras baila canciones de Abba con un grupo de Cherokees eurofans transexuales antisemitas.

Así que cuando la inteligencia artificial observa el mundo real se asusta o se lo inventa.

Cuando, en 1988, fantaseaba con Linda Evangelista, Susana Hoffs, Dolores O Ryordan o Sharlene Spiteri, nunca me las imaginé tirándose pedos en la cama. Por supuesto que se los tiraban pero a mi no me gustaba aceptarlo. Viene a ser lo mismo que poner cara de asco cuando te aseguran que tus padres tuvieron sexo y que, además, fue salvaje y satisfactorio.

Existe una necesidad, que no entiendo de donde sale, de edulcorar la historia y la realidad para hacerla más amable con lo que nos gustaría que fuera. En la edad media lanzaban los excrementos por la ventana y también lo hacía Sisi Emperatriz. Las pelucas aquellas blancas tapaban calvas y piojos. En mi colegio solo habia un alumno asiático y actualmente, al menos en mi barrio, somos de mayoría caucásica. Si le pido a Google que me genere una persona real de mi barrio deberá ser, al menos hoy, caucásica, con humor clasista y si ve de lejos a un moro cree que le va a robar. Luego, como siempre, se jactará de lo inclusivo que es, si sale a colación en la conversación con sus amistades, y dirá que no tiene ningún problema con los homosexuales. Pero, si tuviera que elegir, no le gustaría que su hijo fuera una locaza sino que prefiere que se haga registrador de la propiedad.

Quizá antes de enfrentarnos a la realidad que nos dibuje la inteligencia artificial al observarnos tenemos que aceptar primero lo que somos. Y lo que fuimos. Ya veremos en qué nos convertimos.

14 de febrero de 2024

No quiero

No quiero tener que luchar cada dia como si tuviera que dar pedales en la maquina de supervivencia asistida que me sostiene. No quiero obligarme a buscar otro camino, ni volver a contar todos los vericuetos por que me perdí hasta llegar al momento de contar cómo soy. No quiero echar otro folio a la papelera para enfrentarme a otro en blanco, ni que me duela el silencio cuando no soy capaz de dormir por las noches. Estar valorando, continuamente, si debo de hacer o decir esto o aquello por lo que pudiera defraudar a mi palabra. No quiero que todo sea tan complicado cuando parece que solamente elegimos en el escaparate de la vida pero cuando parece que hacemos click, ya no queda existencia de ese producto y hay que volver a empezar. No quiero hablar por las mañanas, pero quiero hacerte café. 

(escrito en verano)

10 de febrero de 2024

Ignorantes de la realidad: idealistas y fracasados.

 El otro día escuché algo que me obligó a escribirlo:

"Estar o no de acuerdo con algo es absolutamente irrelevante porque a la realidad le importa un bledo que tú estés o no de acuerdo con ella. La realidad va a funcionar al margen de tus acuerdos o desacuerdos de tal manera que lo que tiene que hacer el ser humano es ser consciente de cómo funciona la realidad. El ser humano tiene que conocer el orden operatorio de la realidad y dejar sus acuerdos o desacuerdos para terapias de grupo o para sobremesas familiares pero a la realidad le importa un auténtico bledo que tú estés o no de acuerdo con ella porque la realidad ni siquiera sabe quien eres tu ni lo va a saber nunca. Es decir, lo que diferencia a las personas inteligentes y con conocimiento de las que carecen de ello, en los grados requeridos para cada contexto, es simplemente que las unas conocen como funciona la realidad y las otras simplemente lo ignoran. Y quien ignora el orden operatorio de la realidad tiene dos alternativas: la primera es el idealismo y la segunda es el fracaso."

Es más que seguro que ese derrumbe por capítulos que estamos viviendo en las supuestamente culturas modernas tiene mucho que ver con la interpretación de la realidad y un empecinamiento en que sea como queremos que sea en vez de cómo es. Ese "en su cabeza era espectacular" es el meme en el que estamos viviendo y el problema es que hay una lucha a muerte entre una cosa y la otra. Ejemplos nos sobran y casi me da lo mismo cual tengamos que elegir.

El último de esos ejemplos tiene que ver con la fruta, que ya sabemos lo mucho que me gusta. Alguien, convencido firmemente en la sostenibilidad del planeta (pero sin haber plantado un pimiento en la vida) se hizo un estudio en el que consideraba que si un agricultor feliz hablaba a las plantas éstas iban a crecer más contentas, tener más nutrientes y alimentar a niños más listos y más sanos. Así que se sentó con sus estadísticas en un parlamento y convenció a sus colegas de obligar a que se hiciera terapia de grupo con las plantas, se les proporcionara agua de lluvia con nutrientes de los Alpes y que se enviase un excel al sistema agrícola europeo para que las estadísticas le dieran la razón. Ojo, que no era mala idea en su cabeza pero los boniatos se pusieron carísimos. No porque el agricultor lo quisiera sino porque el ordenador, el agua de los alpes y los 5 años de psicología agrícola cuestan un dinero.

Tampoco hay que recordar que para que las cuidades sean verdes y ecosostenibles es mucho mejor que no haya coches echando humo cabrón por ellas, asi que alguien se dió cuenta que los coches eléctricos no hacen "brum". Si no lo hacen habrá menos ruido y Maria del Carmen dormirá mejor, será más feliz y saludará a sus vecinos. Que para tener baterías haya que explotar los montes de El Congo o que tarden en descomponerse tanto como los residuos de Chernobil es otro tema. Tampoco pasa nada porque el automovil tenga, por obligación, que llevar asistentes de conducción, calefacción, un sistema de conectividad con el teléfono, cuarentaytres airbags y localización via satélite. Que un Opel Corsa se acerque a los veinte mil euros es tu problema o culpa de las malévolas empresas que quieren hacerse ricas a tu costa.

Hace no mucho un colega me comentaba que había contratado a una chica en su empresa y que el sistema el obliga a realizar un curso para que no se le ocurra violarla en las pausas para comer. Es perfectamente lógico que haya que poner los medios para que eso no suceda pero por el mismo motivo tendríamos que obligar a las empresas a realizar cursos que conciencien a los trabajadores de no cagarse en el ascensor. Todo el mundo sabe, como es lógico, que un empleado feliz es un empleado más productivo pero si se pasa el día haciendo cursos de cosas lógicas o de soplapolleces, no está trabajando. Y si no trabaja no produce y si no produce no hay. Y si no hay, te vas al carajo.

Podría seguir con las energías límpias o las camisas baratas. Podría regodearme, horas, en mil trámites burocráticos que si bien tienen sentido desde un despacho, aletargan la ejecución de los procesos. Los estados, los procedimientos y las obligaciones han de tener un encaje orientado a la facilidad de la ejecución pero cuando se olvida el poder operatorio de la realidad y se intenta imponer algo que se aleja enormemente de la verdad, es el idealismo el que lleva todo al fracaso.

Me dijo "yo te quiero y deseo que tengamos una vida plena y feliz. Para eso nuestro nivel de ingresos ha de estar en tal nivel y disponer de un piso con terraza, dos coches y seis semana de vacaciones". Cuando le dije que eso era imposible me gritó que yo no la quería, y se fue. Sé que su verdad es que vive en un primer piso sin terraza, pero aquello lo tengo marcado como un fracaso. No fue más que una lucha a muerte entre la realidad y el idealismo en la que perdieron los dos, como en todas las luchas.

Una parte de mi quiere pensar que estamos saliendo, a golpe de obviedades, de una oscura época en la que, como seres humanos que se creen capaces de todo, quisimos imponer a la realidad lo que nosotros creíamos que era lo correcto y hemos descubierto que no es así.

El declive a fuego de esas culturas que admirábamos del norte de Europa es una señal de atención dramática y evidente.

Si somos ignorantes de la realidad nuestro final es vivir en el idealismo y fracasar. No sin antes rellenar algún que otro formulario ideado por alguien que desconoce la verdad y cree que su primer piso sin luz es un loft.

7 de febrero de 2024

Emocionarse es valioso

 Leo, en un artículo hecho como relleno y en referencia al hallazgo de un pen drive olvidado en un cajón: "Revisar todos esos archivos fue viajar al pasado, pero sobre todo, fue un choque emocional, entre la nostalgia, el cariño y hasta la pena. En última instancia, solemos pagar dinero buscando emocionarnos, y por eso vamos al cine, a un concierto o a leer una novela. Emocionarse es valioso."

Eso me lleva a ayer mismo. Para quien no lo sepa, en una de mis variantes, yo soy el tipo ese que te recupera los archivos que abultan o que dan error de tu disco duro. Así que 6000 fotos después puedo asegurar que esa mujer salía de fiesta con sus amigas, conoció a un caballero, hicieron unos viajes juntos. Primero fueron a playas y a ciudades lejanas embadurnadas de historia. Más tarde comenzaron a vivir juntos y a echarse la siesta tumbados en el sofá. Se compraron un perro y lo pasearon. También un acuario con peces de colores. Entonces se quedaron embarazados y vivieron ilusionados esos meses. Nació una niña que dormía y comía. La niña empezó a caminar y, supongo, a tener criterio. Es a la que le dí, con una sonrisa, un pen drive donde estaban marcados 10 años de la vida de sus padres. Lo guardarán en un cajón y se emocionarán cuando lo revisen dentro de unos años. Emocionarse es valioso.

Al contrario de esa teoría y ya desde hace bastantes años, yo soy de esas personas que borran activamente las fotos y los chats. Prefiero, no por una cuestión de eliminación de pruebas sino de limpieza mental, dejar que la mente configure los recuerdos de una forma creativa. Una de las maravillosas funciones que tiene la mente es adecuar lo vivido de una manera que nos ayude. Nos ayuda seleccionando los puntos de inflexión y matizando la literalidad de demasiadas cosas. Es capaz de recordarte que fuiste feliz y generar la dopamina adecuada sin ponerte delante de la cara los cien millones de reproches que os escribisteis en la comunicación unidireccional que tiene la modernidad. Solo y exclusivamente me quedo, en un archivo, recuerdos muy puntuales (y algún delito del que está explícitamente informada mi abogada). Que, de mi infancia, disponga de una docena de fotos no significa que haya sido un niño infeliz. Es más, probablemente son mucho más bonitos esos años en mi recuerdo que lo que fueron en realidad. Hay medios y herramientas, eso es a donde quiero llegar, que maltratan la magia de la emoción de los recuerdos. Las veces en las que realmente eras feliz no te quedaste en pausa para hacer una foto. Lo fuiste antes, y por eso quisiste guardarlo en un archivo creyendo que te iba a devolver a ese instante alguna vez.


Pero no solo de felicidad vive el recuerdo. Aquel doloroso instante o esos días en los que viví el derrumbe interior, caótico y doloroso como una punzada en la boca del estómago, están ahí. Ese descubrimiento infame que ratificaba que jamás sería quien soñé ser. Algunas noches de hospital. Las tardes luchando contra la deformación de la realidad que dibujaba mi cabeza no es algo que me atreva a obviar en este mundo de felicidad impuesta. Las personas que son felices todo el rato están podridas o no son personas. Guardo, con celo, esos instantes para volver a ellos de vez en cuando y aprender. Es mucho más valioso convivir con ello que con un atardecer en siete islas griegas.

Emocionarse es valioso. Aunque, en este momento en el que gustamos de guardar solamente la parte de la emoción que nos han contado que es la buena, hay que aprender a emocionarse con la realidad no sea que un día nos despertemos y descubramos que lo que habíamos vivido era solamente la ficción que nos quisimos creer y de la que, como un medio de comunicación parcial, solo nos quedamos con la hemeroteca que nos alimentaba el sesgo de confirmación mentiroso en el que ansiábamos vivir.

No es necesario guardarlo todo pero sí aprender a recordarlo.

Pd: el cuadro es "la persistencia de la memoria"

30 de diciembre de 2023

2023, el año de la happy hour.

Hay una línea muy débil entre ser bueno y ser un gilipollas. También la hay entre ser firme y ser un dictador, o ser inteligente y un aprovechado. Desafortunadamente también la hay entre ser incapaz y ser un caradura.

Cuando estábamos acabando nuestras carreras me comentaba un futuro (y ahora brillante) abogado cómo se había dado cuenta que podría dedicarse toda la vida a ir poniendo demandas aquí y allá para sacar rédito económico a la tergiversación de las leyes. No era necesario tener razón sino buscar la interpretación provechosa de la cuarta línea del noveno artículo de la ley en cuestión para retorcerla a su favor y sacarse unos dineros. No tiene que ser justo, ni lícito. En absoluto ha de ser moral pero sí sustentado en un texto escrito elevado a categoría de ley. Lo importante, como en algunas crónicas deportivas, es ganar.

Es perfectamente lógico considerar la necesidad de unas reglas que determinen de alguna forma la manera en la que nos relacionamos. Algo tan sencillo como que se va por tal lado de la carretera o que si el semáforo está en rojo no se puede pasar. Que no puedes llevarte la tele de tu vecino sin su permiso o violar a la oveja negra del rebaño del pastor. Sigo pensando, no sin más dificultad que antes, en la bondad primaria de las leyes. El día que alguien consideró que había que legislar lo hacía por una supuesta buena causa pero eso no quita que cuando nos vamos a la literalidad de las cosas se pervierta la causa.

Cuando el dueño del bar se dió cuenta que no venía nadie a las seis decidió poner una hora feliz pero los adolescentes se emborrachaban hasta las siete, y luego iban a buscar otra happy hour.

Con ese espíritu de maduración tardía algunos han llegado a la edad que se presupone adulta y, en un signo de falta de rigor, van buscando la oferta y la interpretación de las normas con el exclusivo criterio de su beneficio personal. Da exactamente lo mismo que el del bar tenga que cerrar, porque aparecerá otro. Da igual que sea necesario porque se pondrá en marcha un artificio mental en el que el/la/le/li/lo/lu será merecedor de esa ventaja porque si, porque es gordo, cojo, mujer, negro, chino, proletario, trabajador, contribuyente, porque no tiene netflix o porque tiene los huevos morenos.

Y cada año que pasa hay un nuevo derecho y una obligación maquillada. Vamos acumulando interpretaciones y saltando líneas hasta que , sinceramente, sea insostenible.

El año 2023 ha sido otro año de Happy Hour y conozco a más de uno que, en vez de desarrollar su sentido común, agota sus recursos en retorcer la forma en la que sacar ventaja mientras se justifica ante un enemigo malísimo. Conocí, hace muchos años, a un grupo de muchachos que vendían enciclopedias a las viejas en sus casas y me decían que podría decirse que engañaban a las señoras pero si no lo hacían ellos, lo harían otros después.

Ahora el gobierno, el vecino y el que aparca a tu lado en el garaje te están intentando vender enciclopedias. Al menos no te las venden otros, que son mucho más malos.

20 de diciembre de 2023

Los dolores perennes.

Existen grandísimas mentiras que nos gusta creer. Tampoco, como los decimales de pi, pueden escribirse todas. De la misma forma que existen juegos en los que la única forma de ganar es no jugar, hay obviedades que simplemente hay que admitirlas. Algunos lo descubren con el cuarto decimal y otros llegan al número un millón, pero el resultado es el mismo.

Durante muchos años quise creer que aceptar la verdad era una forma de rendición. Que, en el campo de batalla de la vida y entre las trincheras que son los momentos de calma que van llegando poco a poco disfrazados de armisticios, asumir que siempre habrá fronteras y enemigos con los que llegar a acuerdos era perder.

No lo es.

Si algo tienen los años es ir aceptando la certificación de lo crónico. Es su segunda acepción y dicho de una dolencia es: habitual. Uno se levanta con ello, se acuesta con ello y baja en el ascensor con ello. Por mucho que se vaya al fisioterapeuta, se haga un ejercicio de mantenimiento, se lea un libro de autoayuda o acuda a las drogas, está ahí. Nunca estuvo en nuestros propósitos e incluso podemos jurar y demostrar que no dimos pasos en aquella dirección pero está. Como las arrugas, como la calvicie, como un día de lluvia esperando delante de un semáforo en rojo.

Es cierto, absolutamente, que los amigos, la certeza de que alguien nos quiere, respirar los martes, los atardeceres frente al Cantábrico o simplemente dormir ocho horas es algo que está ahí y que muchas veces lo damos como algo que no tiene importancia aunque es un milagro que tenemos frente a nosotros cada día. De la misma forma hay dolores disfrazados de ausencias que están, perennes. Es un dolor que se vive como una punzada y una sensación de desamparo parecida a estar perdido en un camino desconocido esperando, en vano, esa mirada a la que recurrir cuando no se sabe el desvío que tomar.

Sin embargo, con el tiempo y los años, se vive con ello. Así que sé que todos los días duele y algunos, sin buscarlo, son un poco más intensos. Hoy es 20 de diciembre.

13 de octubre de 2023

La transmutación a polilla ( 50´s)

Existe una época de la vida en la que, simplemente, los niños se dejan llevar. Comen, lloran, duermen y se ríen cuando van descubriendo pequeñas cosas. Ni siquiera, según dicen, existe una concepción del tiempo y del espacio. Es por eso es que si les tapas los ojos dejas de ser, pero al quitar tus enormes manos de su pequeña cara vuelves a existir para ellos. Es Entonces cuando se alegran como si te vieran por primera vez.

Después, porque nos volvemos más listos y más cabrones, alguien aprende que es capaz de captar la atención con el lloro. Así que, y lo llaman "niño adaptado", se aprende que dando penita se logran cosas que de otra forma requiere espera o esfuerzo.

Más tarde nos aventuramos en todo ese periodo de aprendizaje maravilloso que llega poco a poco. Normalmente es una asignatura en la que alguien nos explica los recovecos desordenados con los que moverse por la vida. Son las primeras matemáticas, hacer la cama o limpiarse el culo. Pedir las cosas "por favor", saludar gentilmente, llegar a la hora e incluso adquirir destrezas deportivas básicas.

Entonces, de una forma mágica, empezamos a identificarnos con nuestros gustos y descubrimos que nos entusiasma una música, nos excita un tipo de persona o nos sentimos mejor con una comida o una actividad. Estamos aprendiendo lo que nos gusta a nosotros y que nos diferencia del hijo del vecino de abajo, que tiene nuestra edad. Es el tiempo de las primeras veces y desde lejos siempre parece apasionante aunque también sean parte de los primeros dramas. Puede que uno experimente o se deje llevar por las modas, que se ponga hombreras o diga que le gusta muchísimo el Gold de Spandau Ballet,.Pero, de forma inconsciente, asociamos unas cosas con otras y aunque tengamos la certeza artística de lo melosamente infumable de aquella balada. Es probable que lo asociemos a la impúdica vergüenza de besar a Ana en la esquina del patio del colegio. Esa misma noche, al llegar a casa, la cama está hecha y la nevera tiene zumo. Entras con cuidado de no hacer ruido y no sabes que por muy independiente que seas hay un paraguas parental que te acompaña desde lejos. Es, exactamente, la misma forma en la que empezaste a andar en bici mientras sabías que te vigilaban por si te caías. Caerse con protección, curiosamente, te hace perder parte del miedo. Es un miedo que se puede razonar que es a la gravedad pero , en el fondo, es al desamparo enorme que da el dolor en soledad.

Con el paso de los años todo se vuelve menos emocionante y algo más gris. Los huesos empiezan a doler y un día sucede que, aunque has comido sano y has dormido tus horas, aunque no te has drogado y has seguido un número más que aceptable de consejos beneficiosos, ya no saltas tan alto o simplemente las órdenes de tu cabeza no llegan a la misma velocidad a los músculos. También sucede que hay gente que desaparece e incluso algunos te dejan las heridas que produce la decepción. Una mañana de otoño, al llegar a la ducha, descubres que se ha pasado el plazo de convertirte en el que pensabas que te convertirías. Así que mientras la toalla se lleva la humedad de tu trasero debes de buscar algo para continuar. Murieron tus padres, desaparecieron los amigos, no te gusta lo que suena en la radio y te preguntas cual fue el momento en el que tomaste un desvío equivocado. Cuales fueron las decisiones, los trabajos, las parejas, la hipoteca, el viaje, los amigos o simplemente los accidentes que te llevaron a ese sitio que no te gusta o en el que matarías por no estar. Es ese instante en el que te miras en el espejo y no te pareces en nada.

Es ahí cuando algunos intentan volver. Volver a ser un adolescente para no equivocarse, comprarse los discos de Spandau en vinilo, sacar la camiseta con un smiley, hacer bricolaje, pedir un crédito para un descapotable y jugar a que el tiempo volvió a ese momento en el que idealizaron que eran felices. Vuelan, como una polilla, alrededor de una luz que han encendido y que se apaga con el interruptor de la verdad y del tiempo.


Onanismo reivindicativo.

Hace un par de semanas varios miles de jóvenes, firmemente convencidos de la importancia de la solidaridad entre los pueblos y en una representación simbólica de la paz y de la necesidad de llegar a acuerdos que tienen los que se ven como diferentes, se reunieron bajo el paraguas de la música y de alguna de esas drogas que te proporcionan las ganas de abrazar a los demás. Un ratito después el paraguas eran unos cuantos misiles y cuando se pudieron dar cuenta les estaban cazando con Ak47. El amor, la paz, las flores y los simbolismos se fueron por el retrete del desierto bastante más rápido que el efecto de los alucinógenos.

Ojo, que no digo que no sea bonito e incluso necesario el mantenimiento de acciones de onanismo bondadoso pero eso no quita que la realidad se impone y está en manos de los que hacen mucho más que los que manifiestan. Mantengo que en la mayoría de las ocasiones aquellos que, por decir algo, se disfrazan de flamenco para reclamar agua en Doñana, lo hacen mucho más por su satisfacción personal que el que se mancha las manos ayudando a reconducir los pozos de agua. Reclamar publicitariamente amor, paz, agua, comida, casa, igualdades o cualquiera de las bondades que se te puedan ocurrir no vale absolutamente para nada si nadie se pone manos a la obra. Podemos estar muy de acuerdo en que hay que eliminar las comisiones bancarias pero la solución es ir con dinero en metálico y no pagar con tarjeta, jodido vago de los cojones. En cierta ocasión una muchacha joven, con sus rastas y su ropa étnica, esperaba gentilmente a que personalizáramos el ordenador que nos acababa de solicitar. Durante ese tiempo me contaba, con una radicalidad aceptable, las maldades miserables de la banca convencional. Llegado el momento de pagar, sacó la tarjeta. "En la esquina"- le dije- "hay un cajero. Con lo que me has contado entiendo que recorrerás los 20 metros y sacarás el dinero, porque el banco se queda unos céntimos". "Ni loca"- respondió. Así que activó la tarjeta en su movil de marca cara e hizo ganar a la banca convencional. 

Vivimos en una sociedad de imagen, eso está claro. Pero también es una obviedad que por mucho que vayas con un pañuelo morado tejido por siete mujeres palestinas tuertas, lo seguirán estando después e incluso habrá más. Viene a ser lo mismo que rezar para que llueva con la salvedad que los creyentes están convencidos que hay un ser omnipotente capaz de escuchar sus plegarias.El activista, por el contrario, hace su reivindicación y se va a casa a poner frases copiadas e imaginativas en X, antes twitter.

Porque aquí hay mucho listo de los cojones concienciado con la paz pero no tienen los huevos de hacer un escudo humano en la frontera de Gaza o pelear por la salvaguarda de Ucrania. Básicamente porque se los van a cepillar desde uno u otro lado. Y no mola. No mola pasar hambre en Africa o defender los derechos de las mujeres en Iran. Eso no. Defiendes la paz desde tu casa en paz y las mujeres en un pais donde tienen hasta algún derechito más que el hombre. Publicas tu reivindicación grabada en horizontal desde un sitio donde estás a salvo de todo lo que te indigna. Eso te convierte en un hipócrita y en un imbécil.

Ese onanismo reivindicativo es la excusa perfecta para que las injusticias campen a sus anchas y, a veces, te pegan un tiro mientras sujetas un cartel de paz.


13 de septiembre de 2023

Ede

Un día, apenas a un metro, Rosa ( de España) cantó sin ningún instrumento y conmigo presente. Una de las voces más increíbles que he tenido el gusto de oir. (y no he oido pocas voces) Algo descomunal, excelente, impactante y a la vez, tierno e intenso. Sin embargo nadie le ha dado nunca una composición al nivel que su capacidad merece. Quizá, solo quizá, es porque solamente el talento no es suficiente. Quizá es porque en la suma de los méritos hay cosas que puntúan más. Y, lo digo con sinceridad, actualmente es una mujer atractiva pero para la memoria global es aquella gorda que cantaba como Aretha en un programa del que solo recuerdan las reposiciones.

Pues bien. Hay una artista con una voz, diferente pero embriagadora, a la que no le han dado las composiciones que quizá merezca. O que quizá no quiera. No lo sé. Pero es una voz ( como en su momento fueron las grabaciones caseras de Carmen Boza) que merece la pena porque no tiene más artificios que su propia capacidad.

Ella es Ede. Y canta asi:


Si queréis más:


12 de septiembre de 2023

Reunión tumultuosa ( 1987) revisado.

En 1987 se publicaba un libro donde se narra, muy al principio, la llamada a la policia para autoinculparse de un asesinato. El tema es que se produce en Sudáfrica cuando la gente de color era menos que los blancos. Dice así:


La señorita Hazelstone telefoneaba para informar que acababa de matar a su cocinero zulú. El Konstabel Els podía hacerse cargo perfectamente del asunto. Como agente de policía, también él había matado a tiros en sus tiempos a muchos cocineros zulúes. Además, había ya un procedimiento establecido para resolver estas cuestiones. El Konstabel Els inició la fórmula rutinaria.

—Usted quiere informar de la muerte de un cafre —comenzó.

—Acabo de asesinar a mi cocinero zulú —gruñó la señorita Hazelstone.

—Eso fue lo que dije —dijo Els, conciliatorio—. Que quiere usted informar de la muerte de un negro.

—Yo no quiero hacer nada de eso. Le he dicho que acabo de asesinar a Cinco Peniques.

Els lo intentó de nuevo.

—La pérdida de cinco peniques no constituye un asesinato.

—Cinco Peniques era mi cocinero.

—Matar a un cocinero tampoco constituye un asesinato.

—¿Qué es entonces un asesinato? —la seguridad de la señorita

Hazelstone en su propia culpa comenzaba a tambalearse ante el diagnóstico favorable de la situación del Konstabel Els.

—Matar a un cocinero blanco puede ser asesinato. Es improbable, pero puede ser. Pero matar a un cocinero negro no. Bajo ninguna circunstancia. Matar a un cocinero negro se considera defensa propia, homicidio justificado o eliminación de basura —Els se permitió una risilla—. ¿Ha probado usted a llamar al Departamento de Higiene? —preguntó.

Era evidente para el Kommandant que Els había perdido el poco sentido del decoro social que pudiera tener. Le apartó del teléfono y lo cogió él mismo.

—Aquí el Kommandant van Heerden —dijo—. Al parecer ha tenido usted un pequeño accidente con su cocinero.

—Acabo de matar a mi cocinero zulú —dijo implacable la señorita Hazelstone.

El Kommandant van Heerden ignoró la autoacusación.

—¿El cadáver está en la casa? —preguntó.

—El cadáver está sobre el césped —informó la señorita Hazelstone.

El Kommandant suspiró. Siempre igual. ¿Por qué la gente no mataría a los negros dentro de la casa, que era donde tenían que hacerlo?

—Tardaré unos cuarenta minutos en llegar ahí —dijo—. Y cuando llegue, encontraré el cadáver en la casa.

—No señor —insistió la señorita Hazelstone—. Lo encontrará usted en el césped, en la parte de atrás.

El Kommandant van Heerden volvió a intentarlo:

—Cuando yo llegue, el cadáver estará dentro de la casa —dijo, muy despacio esta vez.

Pero la señorita Hazelstone no parecía impresionada.

—¿Acaso insinúa usted que debo cambiar de lugar el cadáver? — preguntó furiosa.

El Kommandant se quedó sobrecogido ante la sugerencia.

—Desde luego que no —dijo—. No tengo el menor deseo de causarle molestias a usted, y además, podría haber huellas dactilares. Puede mandar usted a los criados que lo hagan.

Hubo una pausa, mientras la señorita Hazelstone consideraba las implicaciones de aquel comentario.

—Me da la impresión de que está usted sugiriéndome que altere las pruebas de un delito —dijo, lenta y amenazadora—. Me da la impresión de que intenta usted convencerme de que obstaculice la acción de la justicia.

—Señora —interrumpió el Kommandant—, yo sólo intento ayudarle a cumplir la ley.

El Kommandant se detuvo, buscando las palabras.

—La ley dice —continuó— que es un delito matar cafres fuera de casa. Pero la ley dice también que es perfectamente admisible y adecuado matarlos dentro de casa si han entrado ilegalmente.

—Cinco Peniques era mi cocinero y tenía todos los derechos legales a entrar en la casa.

—Me temo que en eso se equivoca usted —continuó el Kommandant van Heerden—. Su casa es zona blanca, y ningún cafre tiene derecho a entrar en una zona blanca sin permiso. Al disparar contra él le negó usted el permiso para entrar en su casa. Yo creo que puede enfocarse la cosa de ese modo sin problema.

Hubo un silencio al otro extremo de la línea. Era evidente que la señorita Hazelstone se había convencido. —Llegaré ahí dentro de unos cuarenta minutos —prosiguió van Heerden, añadiendo esperanzado—: y confío en que el cadáver...

—Vendrá usted en un plazo de cinco minutos y Cinco Peniques estará en el césped, que es donde lo maté —gruñó la señorita Hazelstone, al tiempo que colgó el teléfono.

El Kommandant contempló el aparato y suspiró. Colgó cansinamente y, volviéndose al Konstabel Els, le ordenó que preparase un coche.


Ahora le hacemos una revisión políticamente (in)correcta:


La señorita Mari Carmen telefoneaba para informar que acababa de matar a su marido. El asistente del 016 podía hacerse cargo perfectamente del asunto. Como agente de violencia de género, también él había goplpeado y degradado verbalmente con furia en sus tiempos a muchas parejas acosadoras. Además, había ya un procedimiento establecido para resolver estas cuestiones. El asistente inició la fórmula rutinaria.

—Usted quiere informar de la muerte de un hombre —comenzó.

—Acabo de asesinar a mi marido —gruñó la señorita Mari Carmen.

—Eso fue lo que dije —dijo el agente, conciliatorio—. Que quiere usted informar de la muerte de un hombre.

—Yo no quiero hacer nada de eso. Le he dicho que acabo de asesinar a José Ramón.

Lo intentó de nuevo.

—La pérdida de josé Ramón no constituye un asesinato.

—José Ramón era mi marido.

—Matar a un marido agresor tampoco constituye un asesinato.

—¿Qué es entonces un asesinato? —la seguridad de la señorita

Mari Carmen en su propia culpa comenzaba a tambalearse ante el diagnóstico favorable de la situación del agente

—Matar a una mujer puede ser asesinato. Puede ser. Pero matar a un hombre machista no. Bajo ninguna circunstancia. Matar a un hombre machista se considera defensa propia, homicidio justificado o eliminación de basura —Se permitió una risilla—. ¿Ha probado usted a llamar al Departamento de Higiene? —preguntó.

Era evidente que el agente había perdido el poco sentido del decoro social que pudiera tener. Le apartó del teléfono y lo cogió él mismo.

—Aquí la responsable del ministerio de igualdad —dijo—. Al parecer ha tenido usted un pequeño accidente con su marido.

—Acabo de matar a mi marido —dijo implacable la Mari Carmen.

La responsable del ministerio ignoró la autoacusación.

—¿El cadáver está en la casa? —preguntó.

—El cadáver está sobre el césped —informó la señorita Mari Carmen.

La ministra suspiró. Siempre igual. ¿Por qué la gente no mataría a los maridos dentro de la casa, que era donde tenían que hacerlo?

—Tardaré unos cuarenta minutos en llegar ahí —dijo—. Y cuando llegue, encontraré el cadáver en la casa.

—No señora —insistió la señorita Mari Carmen—. Lo encontrará usted en el césped, en la parte de atrás.

La ministra volvió a intentarlo:

—Cuando yo llegue, el cadáver estará dentro de la casa —dijo, muy despacio esta vez.

Pero la señorita Mari Carmen no parecía impresionada.

—¿Acaso insinúa usted que debo cambiar de lugar el cadáver? — preguntó furiosa.

La ministra se quedó sobrecogido ante la sugerencia.

—Desde luego que no —dijo—. No tengo el menor deseo de causarle molestias. Pero si está en casa y usted dice que lo hizo porque se puso violento, todo es más fácil.

Hubo una pausa, mientras la señorita Mari Carmen consideraba las implicaciones de aquel comentario.

—Me da la impresión de que está usted sugiriéndome que altere las pruebas de un delito —dijo, lenta y amenazadora—. Me da la impresión de que intenta usted convencerme de que obstaculice la acción de la justicia.

—Señora —interrumpió la ministra—, yo sólo intento ayudarle a cumplir la ley.

La ministra se detuvo, buscando las palabras.

—La ley dice —continuó— que es un delito matar hombres fuera de casa. Pero la ley dice también que es perfectamente admisible y adecuado matarlos dentro de casa si han acosado según su declaración.

—José Ramón era mi marido y tenía todos los derechos legales para estar en la casa.

—Me temo que en eso se equivoca usted —continuó la ministra de igualdad—. Su casa es zona morada, y ningún hombre tiene derecho a entrar en una zona morada sin permiso. Al disparar contra él le negó usted el permiso para estar en su casa. Yo creo que puede enfocarse la cosa de ese modo sin problema.

Hubo un silencio al otro extremo de la línea. Era evidente que la señorita Mari Carmen se había convencido. —Llegaré ahí dentro de unos cuarenta minutos —prosiguió la ministra, añadiendo esperanzada—: y confío en que el cadáver...

—Vendrá usted en un plazo de cinco minutos y José Ramón estará en el césped, que es donde lo maté —gruñó la señorita Mari Carmen, al tiempo que colgó el teléfono.

La ministra contempló el aparato y suspiró. Colgó cansinamente y, volviéndose al agente, le ordenó que preparase un coche.



Pd: si tuviera otro texto, os lo haría con Nazis y Judios.

8 de septiembre de 2023

Baizuo (y los tornillos de tofu)

El ministro de justicia belga, justamente el dia que celebraba su 50 cumpleaños, se echó una meadita en la calle y algunos de sus colegas habían orinado contra un furgón policial. Ninguna de las crónicas cuentan si el ministro es bueno o malo en su trabajo, si la delincuencia belga se reduce o si las sentencias y medios de la judicatura han sufrido avances o retrocesos a lo largo del tiempo de su mandato. Lo que cuentan es que es más que probable que deba de dimitir por ello. Lo llaman "pipigate"

En nuestro graciosísimo país, quizá por eso de homologarse con Europa, han despedido a un entrenador que ha logrado el campeonato del mundo porque su jefe besó a una jugadora y aplaudió ( de una forma no especialmente efusiva) en una charla. Han puesto a la primera mujer que estaba en la lista y que también dió unas palmas.

Vivimos una simulación en la que aquello que determina la continuidad o no de tu trabajo no es tu rendimiento laboral, sino lo que le salga del orto a la plebe del momento. Curiosamente si defecas sobre la tumba incorrupta del dictador te ascienden en el trabajo y si lo haces sobre la de la Pasionaria te tengas que marchar del país. Hace 40 años hubiera sido exactamente al revés y te hubiesen fusilado, admítelo.

Lo curioso es que aprendes a, digamos, fabricar tornillos. Haces unos tornillos cojonudos con una aleación fantástica que soporta la corrosión y la torsión. Los vendes a un precio competitivo y jamás ha colapsado una estructura montada con ellos. Pero estás arruinado porque aunque tenías un negro transexual en plantilla te denunció porque usaste un pronombre equivocado y los dragones saltaron sobre ti, embulléndote en una pelea legal que perdiste. Así que el que refundó tu empresa ya no hace tornillos increíbles porque ha cambiado el departamento de I+D por uno de relaciones laborales e inclusión, pero el ministerio le ha contratado por ecovegano resiliente. Son tornillos de tofu.

Existen demasiados casos de gente que admite que ha contado la verdad que interesa para poder ser publicado y así obtener réditos personales. Imagina que la realidad te impide ganar un sueldito. No hagas nada que te pueda perjudicar a la hora de pagar la carga de tu nuevo y flamante coche electrico de baterías que contaminarán a las generaciones futuras.

Richard Dreyfuss contaba, en una entrevista, que el hecho que las peliculas deban de cumplir unos parámetros de inclusión para acceder a los Oscar, le daba arcadas. Lo curioso e inquietante de esta ola Woke es que cuando toda la generación anterior desaparezca, cuando Spielberg, Lucas, Dreyfuss y todos sus contemporáneos se mueran nos encontraremos, al menos de forma inicial, con artistas más pendientes de cumplir cuotas que de hacer arte. Nos vamos a dar de bruces con una serie de limitaciones morales que, por su misma definición, cohartan la libertad de expresión. Curiosamente existen demasiados ejemplos de series y películas en los que el fracaso en taquilla ha estado directamente relacionado con poner lo correcto por encima del relato. Wonder woman, Harley Queen, Hulka son tres ejemplos en los que resulta que te sentabas delante de la pantalla a ver unos cuantos trompazos y terminabas hasta las narices de que te contaran lo malísimo que es un mundo patriarcal. No digamos nada de Ana Bolena negra. O del próximo 007. La nueva polémica de disney viene del remake de blancanieves. Los siete enanitos no pueden ser enanos , así que tendrán que ser inclusivos. Y ahí están: un negro, un trans, un gordo, un chino... no sé, hay siete. Jamas, en mi jodida vida, me preocupó una mierda si eran enanos o no. Ni siquiera tengo interés de saber con qué fantasías van cantando a la mina y ni se me ha ocurrido discriminar a un enano pero parece ser que ya que he mamado de esa cultura tan mala, soy un producto del satán intolerante. ( Os recuerdo que lo escribí en este post

Los chinos tienen una palabra, Baizuo, que viene a significar cómo solamente hay que esperar a ver cuánto de rápido la sociedad europea se va a la mierda.

Y justamente, mientras hacemos el gilipollas, eso es lo que va pasando. Puedes consultar las cifras de Suecia y asustarte. También hay quien mantiene que toda esta imposición moral genera exactamente lo contrario en la generacion que viene detrás de la que viene detrás.

Lo del ministro belga, el entrenador de futbol, aquel catedrático que fue destituido por decir que "si queremos igualdad, que vayan el mismo numero de mujeres al frente", la cultura de la cancelación moral y la reinterpretación de la historia ... son anécdotas. Conozco a quien llora desconsoladamente porque se le quema una camisa con la plancha y hace partícipe al mundo de su drama en muchas redes sociales mientras su vecino no tiene para comer. Existe un titular que dice:



Pd: El término baizuo (白左, literalmente: izquierda blanca1​) es un neologismo político surgido en foros en las redes sociales chinas, referido a la izquierda progresista de occidente. Está estrechamente relacionado con el término shèngmǔ, también chino (圣母, 聖母, literalmente «Santa Madre»), una expresión sarcástica hacia aquellos cuyas opiniones políticas son guiadas por el sentimentalismo, o por un alarde hipócrita de altruismo y empatía. Se usa para degradar a quienes apoyan el bienestar animal, el ambientalismo, la igualdad corporal, la igualdad racial, LGBT, el feminismo, el vegetarianismo y la inmigración, es decir, izquierdistas, demócratas y liberales en el mundo blanco de Europa y América.

7 de septiembre de 2023

Todas las máculas.

Una de las imágenes más devastadoras  que existe es un payaso triste. Tengo a Charlie Rivel muy serio y creyéndole apesadumbrado mientras se desmaquilla. Eso fue mientras el niño que habitaba en mi había llegado a esa televisión en blanco y negro buscando sonreir con aquel payaso y descubría que, debajo, habitaba una persona con días mejores y peores. Cuando alguien que, por lógica, parece que existe para hacerte sentir bien no lo hace, hay un golpe. Lo que debe ser y la realidad dejan de parecerse. Las piezas de los puzzles se separan. Aparecen las sensaciones enfrentadas. Si eres un caprichoso exiges: todo ha de ser como tú quieres. Si eres curioso te quedas esperando qué sucede. Si te posee el orgullo, adoptas el desdén mientras dejas aquello atrás. Sin embargo, cuando necesitas que el universo funcione como has aprendido que lo hace, y no lo hace, casi se pueden sentir las corrientes de aire de la decepción desgajándote por dentro. Capturar el aliento para no saber si va a salir como pragmatismo o sollozo, es una loteria de sentimientos.

Un payaso te debe hacer reir. Un progenitor tiene una solución. Un amigo sabe cuando debe de buscarte y hace de ambos los momentos de silencios que se viven juntos. Un superhéroe salva a la gente. Una pareja te hace ser mejor y llegar juntos a pequeñas metas, donde os cedeis el sitio para cruzar primero de manera alterna.

Con el paso de los años me he llegado a preguntar qué soy, cual es el papel que me toca interpretar. La primera vez que fui a televisión le pregunté al director del programa el motivo de mi presencia. Necesitaba saber qué se esperaba de mi para, de esa manera, poder valorar si acaso lo estaba cumpliendo. "Sé tú"-me dijo condescendiente- "con el tiempo ese espacio que será solamente tuyo se creará solo". Diecsiete años después unos días soy un payaso y otros el iracundo hombre blanco heterosexual pragmático que tanto se aborrece. Lo que no soy, jamás, es un superhéroe. Lo más parecido que tengo a una capa es un abrigo tres cuartos que casi no me pongo porque no es cómodo en la moto. Me sigo preguntando por mi sitio. No lo hago porque tenga claro cual es sino por no devastar a nadie que me importe, por no ser alguien que deba de hacerte reir y le encuentres llorando, no tener una respuesta, no ser lo suficientemente viril, no haber aprendido a callarme o simplemente equivocarme al ceder el paso.

Puede llegar a parecer que es importante lo que los demás piensen pero no es así. Me resulta fatuo si mi vecino del sexto cree que violo a gatos los martes. Es gracioso y si tuviera certeza de ello maullaría en el ascensor al coincidir con él. Le dejaría latas de atún en la puerta y me estiraría los pelos del bigote con dos dedos si me pregunta por el tiempo. "No me importa morir, vecino"- comentaría cómplice- "yo diría que me quedan cuatro o cinco vidas". 

Pero me importa muchísimo cuando no soy capaz de ser ese que necesita alguien que me importa. Es una decepción similar a la del delantero incapaz de rematar el pase perfecto del medio centro casi con la portería vacía. Ahí, justamente ahí, es cuando quiero lesionarme, que caiga un rayo en el campo y me fulmine, que me rompan la tibia de una entrada salvaje y aparezcan mil millones de naves llegadas de Ganímedes. 

Porque cuando vi a un payaso, que me tenía que hacer reir, llorando, me dejó el alma como un erial. Yo no quiero ser el hijo de perra responsable de ninguna sensación de decepción. Son tres dolores: no ser, fallar y que sea a alguien importante.

No soy capaz de acertar con el número de veces en los que me escondí porque no me veía capaz. No llevo la cuenta de las millones de palabras que he ido enlazando para encontrar las adecuadas y siempre creo que hay una forma de hacerlo mejor, así que habrá que seguir buscando. Hay un miedo escénico clavado en la parte alta del tabique nasal que me deja petrificado cuando, entre las butacas, veo a mi madre contemplando el show. Los diás que ella no está o que no estás, no sé por qué, la función es ( exclusivamente para mi) mucho más entretenida. Será que no me importa lo que piensen los demás pero demasiado lo (que creo) que piensas tú. Hay personas para quien no te importaría estar muerto y quien ha llegado a la conclusión que falleciste porque ya no estás. En realidad es la misma definición de cadáver.

Alguien me enseñó, bastante mal por cierto, que siempre se puede hacer mejor porque nunca es suficiente.

Conoces perfectamente la sensación de saber el temario y suspender una y otra vez los exámenes.La rabia, la angustia y golpearse con el listón del salto de altura de las expectativas.

Cuando, quien realmente importa, no me ve: no hay funciones, pero sí ensayos. Una y otra vez, recorriendo mi pasillo en voz baja. Tengo que aprender a decepcionar a quien no quiero que me abandone. Saber ser insuficiente. Que mi madre esté orgullosa de un hijo imperfecto. Enorgullecerme de todas las máculas.

(aquí venía Hurt, de Nine Inch Nails, pero es triste hasta para mí)

Pd: Los rolling han publicado, 18 años después y porque les da la gana y ya lo han conseguido todo.